Por su climatología, ya que se trata de un cultivo de montaña, con una altitud que oscila entre 341 y 500 metros sobre el nivel del mar. Con una humedad relativa diaria por debajo del 20% durante el ciclo de cultivo y en especial durante la maduración del grano, que influye decisivamente en una gran deshidratación del mismo y una agregación sólida del almidón en el arroz.
Por su sistema de riego, con una constante renovación del agua por medio de terrazas, permitiendo una variada fauna dentro de las plantaciones.
Por la alternancia del cultivo del arroz con otro tipo de cultivos, que regenera el suelo y aporta los elementos necesarios para mantener una calidad suprema.
Por el mantenimiento de semillas tradicionales que prácticamente sólo se utilizan en Calasparra.
Por la lenta maduración del grano, con un ciclo que se alarga hasta un 30% más que en el resto de los arroces.
Por su deshidratación natural, que lo distingue en la mesa por su sabor y dureza y su gran resistencia al "empastado".
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